buena alternativa la bicicleta
El Colegial Rafael Padilla, estudiante del Departamento de Ingeniería Mecánica del Recinto Universitario de Mayagüez, comparte su experiencia de intercambio en España, donde la facilidad y disponibilidad de transportación le permitió vivir inolvidables aventuras:
Relatos de un colegial sobre la vida en el Viejo Mundo
Por Rafael Padilla Meléndez
Hace un año y medio tuve el privilegio de hacer un viaje de intercambio en el que pude experimentar la cultura europea por cuatro meses. Viajé a la ciudad de Pamplona, capital de Navarra en España. Después de un total de 10 horas y escalas en Boston y Madrid, finalmente llegué a eso de las 9 de la mañana a Iruña como también es conocida. Del aeropuerto salí directo a la universidad donde fui recibido en la Oficina de Relaciones Exteriores y dirigido a mi apartamento en la residencia de estudiantes. Los siguientes dos días los pasé dormido.
Cuando la gente me pregunta ‘qué fue lo más que te gustó de España’ siempre les respondo lo sencillo que es transportarse sin la necesidad de tener un carro. Pamplona a pesar de ser una de las ciudades más importantes en el país es relativamente pequeña y se puede recorrer a pie, en bicicleta o en autobús. En cualquier lugar que te detuvieras hay paradas de autobús que recorren toda la ciudad por precios bajísimos. Las aceras son muy anchas, cuentan con bicicarriles en casi toda la ciudad y los cruces peatonales tienen un conteo regresivo constante y confiable.
Cuando descansé y recuperé mis energías lo primero que quise hacer fue explorar la ciudad. Tomé el mapa que me dieron en la Universidad y salí al lugar que más me llamó la atención el cual fue el palacio La Ciudadela. Como no sabía que tan lejos estaba, decidí tomar el autobús. Allí pude ver no solo arquitectura del siglo XVII sino también un mini centro comercial donde tuve un almuerzo particular en un “fast food” notablemente diferente a los que estamos acostumbrados a ver. Ya pasados 5 días aclimatándome al frío y al cambio de horario, conocí a otros estudiantes de intercambio con quienes hice amistad rápidamente y compartí muchas experiencias. Podría decirse que la actividad favorita de los “Erasmus” –como nos solíamos llamar- era la bebida y la fiesta. Cada semana de miércoles a domingo nos reuníamos en el centro de la ciudad a bailar en bares. A medida que fui tomando confianza caminaba desde mi apartamento e iba usando menos el autobús. Jamás pasé ningún susto ya que el índice criminal en la ciudad es muy bajo.
De las veces que salí de la ciudad, las más memorables fueron el viaje a Madrid y las vacaciones a Mallorca. La aventura en Madrid fue organizada por la universidad. Tomamos un autobús que nos llevó la capital española y al Museo del Prado. Luego de ver las exhibiciones, exploré la ciudad esa noche a pie con otros 5 estudiantes latinoamericanos que vinieron conmigo. Lo mismo hicimos el día siguiente antes de regresar a nuestro hogar temporero.
En el receso de Semana Santa todos los Erasmus teníamos planes de viajar por todas partes. Yo no me quedé atrás. Ya llevaba dos meses y medio en el frío y sin ver océano así que decidí ir a las Islas Baleares para unas vacaciones. Tomé un autobús que me llevó a Barcelona y allí me monté en un ferry que me llevó a Palma de Mallorca. Para mi desgracia el agua de mar todavía estaba fría por el invierno aunque ya era primavera. En esos días mi deseo de aventura era tan grande que hice varias expediciones alrededor de la isla: autobuses, botes, etc. Sin embargo lo mejor que hice –y estoy convencido que es lo mejor que se puede hacer en unas vacaciones- fue alquilar una bicicleta y salir a explorar por mi mismo la isla. En toda el área turística que se extendió por varios kilómetros había un bicicarril que pasaba por toda la costa mostrando las bellezas de la isla. Uno de esos días me deje llevar tanto que estuve pedaleando por 3 horas y llegue a otro pueblo con unas playas maravillosas alejadas de los turistas y el ruido. Donde el que busca paz la encuentra. Un paraíso.
Como todo viaje tiene su final, utilicé el mismo método para regresar a Pamplona y pasar el último mes que me quedaba. Como sorpresa de regreso tuve la oportunidad de ver la boda del príncipe William y Kate Middleton en televisión mientras navegaba por el Mediterráneo de vuelta a tierra continental. El último mes pasó volando y antes de darme cuenta ya estaba volando de vuelta a Puerto Rico.
Sin duda Europa nos lleva una gran ventaja en sistemas de transportación y calidad de vida. En 4 meses que viví solo, nunca tuve la necesidad de manejar un vehículo de motor para ir a donde quisiera. Es una experiencia que todos merecen intentar y todos podemos aprender de ella.
En Mallorca cuando alquilé una bicicleta.
miércoles 11 de julio de 2012
Colegial relata su experiencia de intercambio
movilidad sin límite
Aventuras de un Colegial en España.